sábado, 18 de noviembre de 2006

A un gato

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.
Jorge Luis Borges, El oro de los tigres, 1972

1 comentario:

Angst dijo...

es increíble como un viejo ciego al que le era ya imposible descifrar los viejos carácteres góticos en los que permanecen las palabras alemanas de Schopenhauer, desde su oscuridad y en versos sigue hablando del mismo gato en los mismos términos (la belleza no disminuye) en que el viejo cascarrabias teutón lo hacía. Es como si estuvieran hablando del mismo animal fuera del tiempo. Schopenhauer sospechaba, predarwiniano aún, que no había diferencia alguna entre el felino que veía caminar por el tejado y el gato que Cleopatra tenía en su dormitorio.